BANDERA DE ESPAÑA
ESCUDO DE ESPAÑA
Población: 47.100.000
Tasa de natalidad: 11‰
Tasa de mortalidad: 8‰
Crecimiento vegetativo: 0.3%
Población para el 2050: 49.100.000
Tasa de mortalidad infantil: 3,5‰
Crecimiento natural: 0.3%
Población menor de 15 años: 15%
Población mayor de 65 años: 17:%
Esperanza de vida al nacer: 81 años
Gente que vive en ciudad urbana: 11.811.000
Gente que vive en rural (dedicada a la agricultura): 5%
Porcentaje de población entre 15 y 49 con VIH: 0.5%
Tanto por ciento de mujeres casadas entre 15 y 49 años que usan anticonceptivos: 5%
Superficie del país: 505.992 km2
Población por km2: 93 hab./km2
Capital: Madrid
España, con capital en Madrid (centro de la península), se encuentra en el sur del continente europeo y limita al norte con Francia y el Principado de Andorra y al oeste con Portugal, además limita al sur con Gibraltar, que pertenece a Gran Bretaña. También consta de los archipiélagos de las Islas Baleares y las Islas Canarias, así como las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. La superficie es de 505.992 km2, siendo el cuarto país más extenso del continente. La población es de 47.100.000.
El idioma oficial es el castellano (español) y cuatro lenguas cooficiales como son: el gallego, el catalán/valenciano, el aranés y el vasco. En 2006, era la lengua materna del 89% de los españoles.
Es miembro de la Unión Europea constituido en Estado social y democrático de Derecho y cuya forma de gobierno es la monarquía parlamentaria.
HISTORIA DE ESPAÑA
Edad Antigua
Los iberos fueron los primeros pueblos de los que se tiene constancia escrita de que ocuparon la península Ibérica. Se sabe que había poblaciones protoiberas, por restos arqueológicos. Los griegos y fenicios fueron los que dejaron los primeros escritos, aunque nunca entraron en contacto con ellos. Los vascones entrarían en esta categoría.
Actualmente, se definen los iberos por sus rasgos culturales. Según este criterio, los turdetanos o túrdulos, que ocuparon las tierras del antiguo reino de Tartesos, se consideran iberos; mientras que, según criterios etnográficos o lingüísticos, no lo serían. La bibliografía sobre los iberos ofrece con frecuencia datos contradictorios y esto se debe a que, a veces, se adopta un criterio y otras, otro.
Entre los años 1200 a. C. y 800 a. C. tomaron forma en su configuración posterior las comunidades prerromanas del noroeste y la cornisa cantábrica, entrando en la Edad del Hierro. Las poblaciones que ocupaban una amplia franja entre estos dos pueblos se conocen como celtíberos. Parece ser que las montañas en que vivían los vascones nunca fueron completamente romanizadas, por lo que se considera el origen de esta población incierto, y de seguro muy antiguo, como su lengua, barajándose la posibilidad de que se tratase de una población protoibérica.
Alrededor del año 1100 a. C., los fenicios llegaron a la península y fundaron, 80 años después de la guerra de Troya, Gadir, la Gades romana, que hoy es Cádiz. Ello sitúa la fundación en el 1104 a. C. y la convierte en la ciudad de Europa Occidental de cuya fundación se tienen referencias más antiguas. A su vez, los griegos fundaron sus colonias en la costa mediterránea de Iberia, nombre que dieron a la península.
Entre la primera y segunda de las Guerras Púnicas entre Roma y Cartago, los cartagineses invadieron la península. Sus colonias más importantes las establecieron en la isla de Ibiza y en Cartagena, nombre que debiera hacer referencia a la nueva Cartago y absorbieron otras ciudades inicialmente fenicias como Cádiz o Málaga. Derrotada Cartago, Roma iniciaría una paulatina ocupación de la península, que se prolongaría a lo largo de casi 200 años. En las primeras décadas de la ocupación los romanos tuvieron que hacer frente al largo sitio de Numancia, ciudad celtíbera ubicada en las orillas del Duero, en las proximidades de la actual Soria, que se prolongaría por casi 30 años, y a la guerra de guerrillas planteada por el caudillo lusitano Viriato. Tras la muerte de Viriato (139 a. C.), la lucha de los pueblos prerromanos contra Roma se volvería más disgregada y esporádica, aunque no finalizaría totalmente hasta los tiempos del emperador Augusto con el relativo sometimiento de cántabros y astures.
La ocupación culminaría con el pleno dominio de la península bajo el poder romano y su conversión en provincia bajo el nombre de Hispania. El nombre de Hispania deriva de Ispania y este a su vez probablemente de una palabra púnica, con el significado de tierra de conejos, aunque hay otras posibilidades (ver Etimología en el punto 1 de este mismo artículo). Por primera vez aparece con sentido histórico en Tito Livio 59 a. C., que habla de Hispania y de hispani (hispanos, con sentido unitario). Los habitantes de Hispania adoptaron la cultura romana, su lengua y sus leyes, adquiriendo gran importancia dentro del imperio, puesto que incluso tres emperadores romanos, Trajano, Adriano y Teodosio, además del filósofo Lucio Anneo Séneca y otros personajes importantes, nacieron en la península.
Edad Media
En el año 409, suevos, alanos y vándalos invadieron la península Ibérica. Pocos años después, en el 416, los visigodos entraron en Hispania como aliados de Roma, expulsando a alanos y vándalos de la península y arrinconando a los suevos en la Gallaecia.
La primera idea de Hispania/España como país se materializa con la monarquía visigoda. Los visigodos aspiraban a la unidad territorial de toda Hispania y la consiguieron con las sucesivas derrotas a los suevos, vascones y bizantinos. La unidad religiosa vendría con la reconciliación de católicos y arrianos y con los concilios de la Iglesia Visigoda, un órgano en el que, reunidos en asamblea, el rey y los obispos de todas las diócesis del reino sometían a consideración asuntos de naturaleza tanto política como religiosa, con vocación de legislar en todo el territorio nacional. Así, San Isidoro de Sevilla en su Historia Gothorum se congratula porque Suintila "fue el primero que poseyó la monarquía del reino de toda España que rodea el océano, cosa que a ninguno de sus antecesores le fue concedida...". La monarquía visigoda estableció además una capital que centralizaba tanto el poder político como el religioso en Toletum. Sin embargo, el carácter electivo de la monarquía visigótica determinó casi siempre una enorme inestabilidad política caracterizada por continuas rebeliones y asesinatos.
En el año 689 los árabes llegan al África más noroccidental. El año 711, tras la victoria de los árabes frente a los godos en la batalla de Guadalete, se inició la Invasión musulmana de la Península Ibérica, convirtiéndose ésta en un emirato o provincia del imperio árabe llamada al-Ándalus con capital en la ciudad de Córdoba.
El avance musulmán fue veloz. En el 712 cayó Toledo, la primera capital visigoda. Desde entonces, fueron avanzando hacia el norte, y todas las ciudades fueron capitulando o conquistadas. En el 716 controlaban toda la península, aunque en el norte era más bien nominal que militar. Los visigodos resistieron algunos años en más en la Septimania, hasta el 719. A partir de entonces, dirigieron sus esfuerzos hacia el otro lado de los Pirineos, contra el reino Carolingio. Esto permitió revueltas en la poco controlada zona noroeste de la península.
Después de la caída del reino visigodo la península quedó dominada hasta la cordillera Cantábrica, donde estaban los pueblos astures, cántabros y vascones, escasamente sometidos al reino godo; y dada su escasa importancia, no sufrieron demasiado la presión del Islam, que había sustituido en la península Ibérica al poder ejercido por el reino godo. Muchos de los señores godos o hispanorromanos se convirtieron al Islam, conservaron sus posiciones y poder.
En el año 718 en la actual Asturias un noble llamado Pelayo se sublevó contra los musulmanes. La sublevación fracasa y es detenido. Hacia el 722 vuelve a intentarlo y tiene lugar lo que la historiografía denominó la batalla de Covadonga, donde Pelayo y un grupo de astures (entre los que se encontraban, según algunos historiadores, nobles visigodos; el origen de Pelayo es también incierto) vencieron a una expedición de castigo musulmana. Este hito serviría para marcar el momento de fundación del Reino de Asturias y dar inicio al período conocido como la Reconquista, entendido como el restablecimiento del poderío cristiano en la península Ibérica.
En la parte nororiental de la península y en la Septimania goda, los godos que habían huido al reino de los francos pidieron ayuda a estos. Así Carlomagno emprendió una serie de campañas militares con la intención de establecer un territorio de distensión militar, más conocido como marca. La Marca Hispánica se constituyó a principios del siglo IX para evitar la penetración de los musulmanes en el territorio del Reino de los Francos. Así fue como los francos dividieron ese territorio en diversos condados, donde señores feudales de origen franco o godo representaban al rey de los francos; teniendo, por tanto, un desarrollo algo diferente al que experimentaron los reinos cristianos ibéricos occidentales. Estos condados en pleno proceso de feudalización se emanciparían de facto del dominio franco después de la crisis carolingia del siglo IX, al empezar a transmitirse hereditariamente los condados; si bien, hasta 988, los condes de Barcelona renovaron el pacto de vasallaje con los reyes francos.
Los siglos VIII y IX significarían un creciente poderío musulmán en la península, a pesar de la oposición los núcleos cristianos del norte. A fines del siglo VIII, el omeya Abderramán I, huido de Siria, hace de al-Ándalus, en lo político, un emirato independiente del Califato de Damasco.
En el siglo X, Abderramán III convierte al-Ándalus en califato independiente de Damasco, ya con autonomía religiosa y no sólo política, como hasta entonces. Es una época de pujanza cultural, gracias a las innovaciones en las ciencias, las artes y las letras; con una especial atención que dedicaron al desarrollo de las ciudades. Las ciudades más importantes fueron Valencia, Zaragoza, Toledo, Sevilla y Córdoba. Ésta, durante el siglo X, con al-Hakam II, llegó a ser la mayor ciudad de Europa Occidental, contando con 500.000 habitantes y mayor centro cultural de la época. Sin embargo, la decadencia de los territorios musulmanes empezó en el siglo XI, cuando comenzaron las pugnas entre las distintas familias reales musulmanas y el califato se desmembró en un mosaico de pequeños reinos, llamados de taifas.
Mientras tanto, cerca de los Pirineos aparecieron otros dos reinos cristianos: Navarra y Aragón. Al avanzar la expansión cristiana por la península, el que hasta entonces había sido reino de Asturias, con su capital fijada en Oviedo desde el reinado de Alfonso II el Casto, se transformó en reino de León en 910 con García I al repartir Alfonso III el Magno sus territorios entre sus hijos. Años después, en 914, muerto el rey, sube al trono Ordoño II de León, que aglutina bajo su corona a los territorios de Galicia, Asturias y León, fijando definitivamente en esta ciudad su capital y confirmando su supremacía como reino de León.
El avance de las conquistas hacia el sur y la aglutinación en torno a León de un territorio cada vez más amplio trae consigo el nacimiento de «subunidades» político-territoriales en su interior: es el caso del Castilla. Este será adquirido por el rey navarro Sancho III el Mayor, que lo dejará a su muerte en herencia a su hijo Fernando. Casado este con la hermana del rey leonés, formará una coalición navarro-castellana que, tras una guerra y la muerte del rey de León en la batalla de Tamarón le permitió acceder al trono de éste. Sin embargo, a su muerte los territorios vuelven a ser repartidos entre sus hijos: son el reino de León, el reino de Galicia, Castilla, que también adquiere el rango regio y la ciudad de Zamora. A lo largo de los siglos siguientes, estos territorios pasarán a manos del mismo o de distintos monarcas en sucesivas ocasiones, conformando la Corona de Castilla, con unas únicas Cortes. Los distintos territorios conservaban su carácter de reino y diversas particularidades jurídicas (el rey que aglutinaba bajo su corona todos estos territorios se titulaba Rey de León, de Castilla, de Galicia... añadiendo sucesivamente los de los nuevos territorios que se iban conquistando), sin que sin embargo conservaran una autonomía similar a la de la Corona de Aragón. Asimismo, nacerá de León otra unidad territorial de gran trascendencia posterior: Portugal, que se constituirá como reino. Cabe señalar, por último, como uno de los momentos más destacados los reinados de Alfonso VI y Alfonso VII en León la adopción del título de emperador, el primero como "emperador de las dos religiones", el segundo como "emperador de España".
El devenir de los reinos cristianos peninsulares en las décadas siguientes pasará por la constitución de cuatro unidades monárquicas: la denominada Corona de Castilla, concepto que implica la existencia de un solo monarca sobre diversos y distintos reinos y territorios (León y la propia Castilla, además de Galicia y otros); la Corona de Aragón, que se había constituido mediante la unión dinástica en 1137 del reino de Aragón y el condado de Barcelona; el reino de Navarra y el reino de Portugal. Así como toda una serie de reinos de taifa musulmanes.
En el siglo XIII, la Corona de Castilla, la más pujante de las hispánicas, amplió sus dominios hacia el sur peninsular, mientras que la de Aragón añadiría los reinos de Valencia y de Mallorca con el rey Jaime I el Conquistador, y posteriormente formarían parte de esta Corona: Cerdeña, Sicilia y otros territorios del Oriente mediterráneo.
A finales de este periodo, 1402, y en competencia con Portugal, la Corona de Castilla inició la conquista de las islas Canarias hasta entonces habitadas exclusivamente por los guanches. La ocupación inicial fue llevada a cabo por parte de señores normandos que rendían vasallaje al rey Enrique III de Castilla. Este proceso de conquista no concluirá hasta 1496 y será culminado por la propia acción de la corona castellana.
Mientras en la Corona de Aragón, la gran mortandad provocada por la epidemia de la Gran Peste de 1348, así como de las malas cosechas que empezaron con el ciclo de 1333 («lo mal any primer»), provocaron una gran inestabilidad tanto social como económica.
A la muerte del Rey Martín I el Humano (1410), los representantes de los Estados que constituían la Corona de Aragón, eligieron en el Compromiso de Caspe a Fernando de Antequera, de la castellana Casa de Trastámara como futuro rey Fernando I en quien recaían por herencia materna los derechos dinásticos. A pesar de una revuelta protagonizada por el Conde de Urgel, Fernando I fue coronado y comenzó el reinado de los Trastámara en la Corona de Aragón.
Después de la expansión por el Reino de Nápoles en el periodo de Alfonso V el Magnánimo, la Corona de Aragón sufrió una crisis en el Principado de Cataluña provocada por las disputas entre Juan II, hijo de Fernando de Antequera, y la Generalidad de Cataluña y el Consejo de Ciento (Consell de Cent), debidas a la detención de su hijo y heredero Carlos de Viana; así como por las tensiones de las clases sociales entre la Busca y la Biga y las revueltas de los campesinos de Remensa, que coincidieron con la Guerra Civil Catalana (1462 - 1472) y debilitaron a Cataluña, que perdió de ese modo la hegemonía en la Corona aragonesa.
En contrapartida Valencia se convirtió en el puerto marítimo que centralizó la expansión comercial de la Corona de Aragón. Muestra de su pujanza es que alcanzó los 75.000 habitantes a mediados de siglo XV. Paralelamente, la capital levantina experimenta un auge cultural conocido como Siglo de Oro Valenciano.
Aragón, sin salida al mar, quedó como proveedor de cereal, ganado y lana del resto de los estados de la Corona. Su economía era fundamentalmente agrícola y los privilegios de los ricoshombres y nobles impidió el desarrollo de una burguesía competente, por lo que su peso en el marco de equilibrios entre los estados de la Corona aragonesa disminuyó.
Con la subida al trono de Fernando el Católico, segundo hijo y heredero de Juan II, (1479) las tensiones sociales se redujeron; con la firma de la Sentencia Arbitral de Guadalupe (1486) se asentó una nueva estructura en el campo catalán para acabar con la conflictividad del medio rural.
Edad Moderna
Al final de la Edad Media, con el matrimonio de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, estas dos coronas peninsulares se aliaron, conquistando el Reino nazarí de Granada en 1492 y, posteriormente, el de Navarra en 1512 que continuó siendo un reino, acuñando moneda propia y con aduanas en el río Ebro hasta las guerras carlistas del siglo XIX. Los reyes navarros se refugiaron en sus posesiones allende de los Pirineos y posteriormente se convertirían en reyes de Francia.
También comenzaron una política matrimonial con Portugal que culminó en 1580, cuando Felipe II de España subió a su trono, uniendo por última vez bajo un mismo soberano toda la península Ibérica.
En 1492, se decreta la expulsión de los judíos que no hubiesen aceptado la conversión al cristianismo, imitando a Felipe IV de Francia. El 12 de octubre de ese mismo año Cristóbal Colón, en nombre de los Reyes Católicos, llega, por primera vez, a América con sus naves (en memoria de este hito se estableció el doce de octubre como el día de la Fiesta Nacional de España, antiguamente denominada también de la Hispanidad). Empieza la carrera por la exploración y conquista de las tierras americanas, a la que se unirían posteriormente otros países como Portugal, Francia e Inglaterra comenzando la colonización europea de América partiendo a islas del Caribe hasta Mesoamérica a cargo de Francisco Hernández de Córdoba y después Hernán Cortes. La Monarquía Española se convierte, en un proceso iniciado al final de la Reconquista, en la nación más poderosa e influyente del mundo. Durante el reinado de los Reyes Católicos se inicia también una tímida expansión norteafricana, conquistándose varias ciudades, entre ellas Melilla (1497).
Tras la muerte de Isabel la Católica, en 1504, su hija Juana la sucede en el trono de Castilla. Juana estaba casada con Felipe I, al que llamaron el Hermoso, hijo del Archiduque de Austria y Emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico. Felipe muere muy joven y a Juana se la incapacita por loca. Su hijo Carlos I de España hereda las Coronas de Castilla y Aragón, además del sacro Imperio Romano-Germánico y las posesiones de la Casa de Borgoña. En su madurez, decide retirarse a la vida religiosa recluyéndose en el Monasterio de Yuste (Cáceres) en 1556. Su hijo Felipe II hereda la Corona Hispánica con todas sus posesiones y su hermano Fernando I de Habsburgo el Sacro Imperio Romano-Germánico.
Felipe II de España se corona rey de Portugal en 1580 con el nombre de Felipe I de Portugal. El ordinal «segundo» lo mantuvo para respetar la vía castellana (Felipe I de Castilla fue Felipe el Hermoso). Durante su reinado se producen la gran victoria de Lepanto en 1571 con la que se consiguió frenar la expansión de los turcos en el Mediterráneo y la desastrosa aventura de la Grande y Felicísima Armada en 1588.
España, y en mayor medida Castilla, dada la prohibición de comercio para la Corona de Aragón, sigue prosperando bajo la dinastía Habsburgo, gracias al comercio con las colonias americanas; pero al mismo tiempo sostiene guerras contra Francia, Inglaterra y las Provincias Unidas.
Cuando el último rey de la dinastía de los Habsburgo, Carlos II de España, murió sin descendencia; Felipe de Borbón, sobrino nieto de Carlos II y nieto del rey de Francia, Luis XIV, le sucedió en el trono con el nombre de Felipe V de España, siendo aceptado y jurado por todos los territorios de España. A los pocos años de reinado, se produce la Guerra de Sucesión Española.
Entre 1707 y 1716, los Decretos de Nueva Planta de Felipe V suprimen o reducen los fueros y costumbres de los reinos y territorios que habían luchado contra él en la Guerra de Sucesión.
Algunos quieren ver en estos decretos una unificación legal de España, pero, por un lado, los decretos, al ser diferentes para Valencia, Aragón (donde primero fue igual que el de Valencia, pero luego fue modificado), Baleares y Cataluña, afectaron de forma diferente a cada territorio, y además, tanto Navarra como las Provincias Vascongadas y el Valle de Arán, que no habían faltado a su juramento de lealtad a Felipe V, siguieron manteniendo sus fueros. En 1713, España firma el Tratado de Utrecht con el que pierde sus posesiones europeas y, por tanto, deja de ser la primera potencia mundial. El resto del siglo XVIII, fue el siglo de la Ilustración. Fernando VI y Carlos III, hijos y sucesores de Felipe V, hacen una política de renovación que modernizó España, en lo que se conoce como Despotismo Ilustrado. En este siglo, si bien España continúa siendo una importante potencia, Francia y el Reino Unido pasan a ocupar un protagonismo cada vez mayor en el escenario internacional.
Edad Contemporánea
La Edad Contemporánea no empezó muy bien para España, en 1805, en la Batalla de Trafalgar la escuadra hispano-francesa fue derrotada ante Gran Bretaña, con lo que significa el fin de la supremacía española en los mares mundiales a favor de Gran Bretaña, mientras Napoleón que había tomado el poder tras triunfar la Revolución Francesa, aprovechando las disputas entre Carlos IV y su hijo Fernando, ordenó el envío de su ejército contra España en 1808, con el pretexto de invadir Portugal y contando con la complicidad de Manuel Godoy, a quien había prometido el trono de una de las partes en las que pensaba dividir el país vecino; imponiendo a su hermano José I en el trono. Ello ocasiona la Guerra de la Independencia Española, que duraría cinco años. En ese tiempo se elaboró la primera Constitución española, y una de las primeras del mundo, en las denominadas Cortes de Cádiz. Fue promulgada el 19 de marzo de 1812, festividad de S. José, por lo que popularmente se la conocía como La Pepa. Tras la derrota de las tropas de Napoleón en la batalla de Vitoria en 1813; Fernando VII vuelve al trono de España.
Durante el reinado de Fernando VII la monarquía española experimentará el paso del viejo régimen al estado Liberal. Tras su llegada a España, Fernando VII deroga la Constitución de 1812 y persigue a los liberales constitucionalistas, dando comienzo a un rígido absolutismo. Mientras tanto la Guerra de Independencia Hispanoamericana continuará su curso, y a pesar del esfuerzo bélico de los defensores de la monarquía española, al concluir el conflicto únicamente las islas de Cuba y Puerto Rico, en América, seguirán formando parte del territorio nacional de España, que al terminar la década ominosa y con el apoyo liberal a la Pragmática Sanción de 1830 a su vez se organizará nuevamente en monarquía parlamentaria. De esta forma ambos procesos revolucionarios darán origen a los nuevos estados nacionales existentes en la actualidad, y el final del reinado de Fernando VII señala también la extinción del Absolutismo en todo el mundo hispánico.
La muerte de Fernando VII abre un nuevo periodo de fuerte inestabilidad política y económica, su hermano Carlos María Isidro apoyado en los partidarios absolutistas, se rebela contra la designación de Isabel II, hija de Fernando VII, como heredera y reina constitucional, y contra la derogación de la Ley Sálica de la dinastía Borbón, que impedía la sucesión de mujeres a la corona, estallando la Primera Guerra Carlista. El reinado de Isabel II se caracteriza por la alternancia en el poder de progresistas y moderados si bien esta alternancia se motiva más por pronunciamientos militares de ambos signos que por una pacífica cesión del poder en función de los resultados electorales.
La revolución de 1868, denominada La Gloriosa, obligó a Isabel II a abandonar España. Se convocaron Cortes Constituyentes que se pronunciaron por el régimen monárquico y, a iniciativa del General Prim, se ofrece la corona a Amadeo de Saboya, hijo del rey de Italia. Su reinado fue breve por el cansancio provocado por los políticos del momento y el rechazo de importantes sectores de la sociedad, además de por la pérdida de su principal apoyo, el mencionado General Prim, asesinado antes de que Amadeo llegara a pisar en España. Seguidamente se proclamó la I República, que tampoco gozó de larga vida, aunque sí muy agitada: en once meses tuvo cuatro presidentes (Figueras, Pi y Margall, Salmerón y Castelar); durante este convulso periodo se produjeron graves tensiones territoriales llegándose a producir fenómenos tan pintorescos como la declaración de la ciudad de Cartagena como "Cantón independiente" y finalizó en 1874 con los pronunciamientos de los generales Martínez Campos y Pavía, que disolvió el Parlamento.
La Restauración proclama rey a Alfonso XII, hijo de Isabel II. España experimenta una gran estabilidad política debida al sistema de gobierno preconizado por el político conservador Antonio Cánovas del Castillo. Se basa en el turno de los partidos Conservador (Cánovas del Castillo) y Liberal (Sagasta) en el gobierno. En 1885 murió Alfonso XII y se encargó la regencia a su viuda María Cristina, hasta la mayoría de edad de su hijo Alfonso XIII, nacido tras la muerte de su padre. La rebelión independentista de Cuba en 1895 induce a los Estados Unidos a intervenir en la zona y tras el confuso incidente de la explosión del acorazado Maine el 15 de febrero de 1898 en el puerto de La Habana, declara la guerra a España. Con la derrota, España perdió sus últimas colonias (Cuba, Filipinas, Guam y Puerto Rico) en ultramar.
Siglo XX
El siglo XX comienza con una gran crisis económica y la subsiguiente inestabilidad política. Hay un paréntesis de prosperidad comercial, propiciado por la neutralidad española en la Primera Guerra Mundial. La sucesión de crisis gubernamentales, la marcha desfavorable de la Guerra del Rif, la agitación social y el descontento de parte del ejército, desembocan en el Golpe de Estado del general Primo de Rivera, el 13 de septiembre de 1923. Estableció una dictadura militar que fue aceptada por gran parte de las fuerzas sociales y por el propio rey Alfonso XIII.
Durante la dictadura se suprimen libertades y derechos. La difícil coyuntura económica y el crecimiento de los partidos republicanos hacen la situación cada vez más insostenible. En 1930, Primo de Rivera presentó su dimisión al rey y se marchó a París, donde murió al poco tiempo. Le sucedió en la jefatura del Directorio el general, Dámaso Berenguer; y, después, por breve tiempo, el almirante Aznar. Este período fue denominado Dictablanda.
Decidido a buscar una solución a la situación política y establecer la Constitución, el rey propicia la celebración de elecciones municipales del 12 de abril de 1931, éstas dieron una rotunda victoria a las candidaturas republicano-socialistas en las grandes ciudades y capitales de provincia, si bien el número total de concejales era mayoritariamente monárquico. Hubo manifestaciones organizadas exigiendo la instauración de la República, lo que lleva al rey a abandonar el país. Una vez que el rey abandonó sus obligaciones se proclamó la II República el 14 de abril.
Durante la República se produjo una gran agitación política y social, marcada por una acusada radicalización de izquierdas y derechas. Los líderes moderados fueron boicoteados y cada parte pretendió crear una España a su medida. Durante los dos primeros años, gobernó una coalición de partidos republicanos y socialistas. En las elecciones celebradas en 1933, triunfaron las derechas y en 1936, las izquierdas. La creciente ola de violencia a partir del 1936 incluyó quema de iglesias, la sublevación monárquica de Sanjurjo, la revolución de 1934 y numerosos atentados contra líderes políticos rivales. De otro lado es en el periodo de la II República cuando se realizan reformas para modernizar el país (constitución democrática, reforma agraria, reestructuración del ejército, primeros estatutos de autonomía,…) y se amplían los derechos de los ciudadanos como el reconocimiento del derecho a voto de las mujeres (sufragio universal).
El 17 de julio de 1936 se sublevaron contra el legítimo gobierno de la República las guarniciones de África Española, dando comienzo la Guerra Civil. España quedó dividida en dos zonas: una bajo la autoridad del gobierno republicano y otra controlada por los sublevados, en la que el general Francisco Franco fue nombrado Jefe de Estado. El apoyo alemán de Hitler e italiano de Mussolini a los sublevados, mucho más firme que el soporte de la Unión Soviética y México a la España republicana, y los continuos enfrentamientos entre las facciones republicanas, permitieron la victoria de los sublevados el 1 de abril de 1939.
La victoria del general Franco supuso la instauración de un régimen totalitario. El desarrollo de una fuerte represión sobre los vencidos, obligó al exilio a miles de españoles y condenó a otros tantos a la muerte o al internamiento en campos de concentración. A pesar de que Franco mantuvo al país no beligerante en la II Guerra Mundial, su no disimulado apoyo a las potencias del Eje condujo a un aislamiento internacional de carácter político y económico. No obstante, los condicionamientos de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética y sus respectivos aliados hicieron que el régimen franquista sea tolerado por las potencias "occidentales" y finalmente reconocido por las mismas finalizando su aislamiento. Se firmaron acuerdos con Estados Unidos permitiendo la instalación de bases militares conjuntas hispano-estadounidenses en España. En 1956, Marruecos, que había sido protectorado español y francés, adquirió su independencia y se puso en marcha un plan de estabilización económica del país. En 1969, Franco nombró a Juan Carlos de Borbón, nieto de Alfonso XIII, príncipe de España, su sucesor a título de Rey. A pesar de que el régimen mantuvo una férrea represión contra cualquier oposición política, el desarrollo industrial y económico español resultó muy importante durante la dictadura.
El dictador murió el 20 de noviembre de 1975 y Juan Carlos fue proclamado rey dos días después con el nombre de Juan Carlos I de España. Se abrió un periodo conocido como Transición. Culminó con el establecimiento de una Monarquía Parlamentaria en 1978, después de la renuncia a sus derechos históricos realizada por Juan de Borbón, padre del rey. Tras las primeras elecciones democráticas, Adolfo Suárez, del partido Unión de Centro Democrático (centro-derecha), fue elegido presidente de Gobierno. Llevó a cabo importantes reformas políticas e inició las negociaciones para la entrada de España en la Comunidad Económica Europea. Dimitió en 1981. Durante este periodo la banda terrorista vasca ETA cometió un gran número de atentados, especialmente contra miembros del ejército y de las fuerzas de seguridad, así como otros de carácter indiscriminado. Durante la sesión de votación de investidura del sucesor de Suárez, Leopoldo Calvo-Sotelo (UCD), el 23 de febrero (23-F), tuvo lugar un intento de golpe de Estado promovido por altos mandos militares. El Congreso de Diputados fue tomado por el teniente coronel Tejero. El intento fue abortado el mismo día, teniendo lugar la intervención del rey Juan Carlos en defensa del orden constitucional. En 1981 se firmó en Bruselas el protocolo de adhesión a la OTAN, dando inicio al proceso de integración en la Alianza que terminó en la primavera de 1982, durante el gobierno de UCD.
En las elecciones siguientes (1982), venció el Partido Socialista Obrero Español, con Felipe González como presidente de gobierno. Se mantuvo en el poder durante las tres siguientes legislaturas. En 1986 España se incorporó a la Comunidad Económica Europea, precursora de la Unión Europea y ese mismo año se celebró un referéndum en el que se consultó al pueblo sobre la permanencia o no en la OTAN. El PSOE defendió el sí. En 1992 España apareció de forma llamativa en el escenario internacional con la celebración de los Juegos Olímpicos en Barcelona, la declaración de Madrid como Ciudad Cultural Europea y la celebración en Sevilla de la Exposición Universal EXPO 92.
Durante este periodo se produjo una profunda modernización de la economía y la sociedad españolas, caracterizada por las reconversiones industriales y la sustitución del modelo económico tardofranquista por otro de corte más liberal —lo que condujo a tres importantes huelgas generales—, la generalización del pensamiento y los valores contemporáneos en la sociedad española, el desarrollo del estado de las autonomías, la transformación de las Fuerzas Armadas y el enorme desarrollo de las infraestructuras civiles (Como la multiplicación de la red de autovías). Sin embargo, hubo también una situación de elevado desempleo y hacia el final del mismo se produjo un importante estancamiento económico, que no inició su recuperación hasta 1999 —cuando la tasa de desempleo descendió del 23% al 15%—. Además en 1994, se destapó el caso GAL de terrorismo de Estado.
Las elecciones de 1996 dieron la victoria al Partido Popular, con José María Aznar como presidente, cargo que ejerció durante dos legislaturas, obteniendo en las elecciones generales de 2000 la mayoría absoluta.
Siglo XXI
El siglo XXI empezó con los efectos de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, que llevaron a España a implicarse en dos conflictos: la Guerra de Afganistán y la invasión de Irak. Este último conflicto y la gestión del atentado del 11 de marzo de 2004 en Madrid provocaron un distanciamiento entre el gobierno y parte de la opinión pública española. Todo ello desembocó en la elección de un nuevo gobierno del PSOE, tras las elecciones generales celebradas el 14 de marzo de 2004.
El euro, moneda oficial en la llamada «Zona Euro» de Europa desde 1999, se convirtió en la moneda de cambio oficial el 1 de enero de 2002, reemplazando a la peseta. Los ciudadanos lo empezaron a usar en la vida cotidiana, a pesar de las protestas por la subida encubierta de los precios que supuso este cambio de moneda. Entre 1993 y 2007 se produjo una importante expansión de la economía española, basada fundamentalmente en el sector de la construcción, que quedó amenazada por las consecuencias globales de la crisis económica de 2008.
A finales del siglo XX España recibió a una gran cantidad de inmigrantes de países latinoanoamericanos como Ecuador, Colombia, Argentina, Bolivia, Perú o República Dominicana, así como de diferentes zonas de África, Asia y Europa. El fuerte crecimiento económico de tipo expansivo que ha presentado el país desde 1993 ha requerido una gran cantidad de mano de obra. Según anunció el director del Banco de España en febrero de 2007, España se podría situar como la séptima mayor economía del mundo.
El Partido Socialista Obrero Español ganó las elecciones celebradas el 14 de marzo de 2004, convirtiéndose José Luis Rodríguez Zapatero en el quinto presidente del gobierno de la democracia.
Con Zapatero como Presidente del Gobierno se retiran las tropas españolas que permanecían en Irak. Ello ocasionó un considerable enfriamiento de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos. Se firmó la Constitución Europea y se realizó el referéndum de la Constitución Europea, en el que los ciudadanos españoles aprueban el tratado. También se aprobó el matrimonio homosexual, entre otras reformas de carácter social prometidas en el programa electoral de los socialistas.
El miércoles 22 de marzo de 2006 la organización terrorista ETA anunció su segundo alto al fuego, roto el sábado 30 de diciembre de ese mismo año con la colocación de una furgoneta bomba en la recién estrenada Terminal 4 del Aeropuerto de Barajas, atentado en el que dos personas perdieron la vida.
Las elecciones del 9 de marzo de 2008 dieron la victoria de nuevo al PSOE y renovaron el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Los socialistas ganaron los comicios con 169 escaños (5 más que en las elecciones de 2004) frente a los 154 del Partido Popular (6 más que en las elecciones de 2004). Los partidos nacionalistas sufrieron un importante descenso, a excepción de CIU que mantuvo sus 10 diputados. Izquierda Unida perdió su grupo parlamentario propio en el Congreso de los Diputados, al obtener solamente 2 escaños. Las elecciones de 2008 consolidaron y reforzaron el bipartidismo.
Buena investigación
ResponderEliminar